Reimund Dietzen sigue saliendo en bicicleta, unas dos o tres veces a la semana. También corre a pie y tanto tiempo después, sigue disfrutando de su pasión por el deporte, volviendo cada poco a montar en bici a Cambrils y la Costa Daurada, incluso después de dejar el ciclismo de forma prematura, a causa de una caída de la que hablaremos más adelante.

Sin embargo él nunca se ha ido de la Costa Daurada. Vive en Mont Roig del Camp, cerca de Cambrils, y disfruta muchísimo de la zona.

«Cuando era ciclista, entrenaba mucho por aquí. Conocía bien el terreno y los sitios para salir en bici. Es una zona preciosa, con buenas carreteras, poco tráfico y un paisaje ideal«, comenta sobre Cambrils y sus alrededores.

Prades, Priorat, Musara… y siempre les contaba las maravillas de la zona a los ciclistas alemanes: «Fui el primero en traerlos de forma organizada a Cambrils. Estaban acostumbrados a ir a Mallorca, que es muy bonita, pero con más tráfico. Aquí, cuando cruzas los primeros pueblos, pasan minutos y minutos sin ver un coche. Puedes entrenar tranquilo, relajarte, tomarte un café y disfrutar de la vida«.

«Hay muchas rutas, puedes subir a la Teixeta, por Prades, Montblanc… todo es una maravilla, y puedes bajar hasta el Ebro«, sigue contando.

Solo traía a alemanes, y se mostraban «encantados, les gustaba todo. Muchos siguen viniendo con sus bicis y, por la tarde, se van a la playa«.

Uno de esos ídolos de los años 80

Pero la historia de Reimund Dietzen en España viene de lejos, de hace más de 40 años. «Siempre me he sentido muy bien aquí, como en casa. Empecé en el ciclismo cuando era muy joven, salía en bici y me puse en contacto con un club. Poco a poco fui creciendo, ganando experiencia y victorias«, nos cuenta.

Y claro, acabaría corriendo en España, en el equipo Teka: «En mi primer año como profesional competí en Suiza, pero me sentía muy cómodo en las carreras de España, como la Vuelta a Valencia o la Vuelta a España. Teka quería fichar a un ciclista alemán, investigaron un poco y les sugirieron mi nombre. En Alemania no había tantos ciclistas profesionales«.

Teka vendía tanto en España como en Alemania, y «para ellos tener a un ciclista como yo era interesante«. Alemania tenía ciclistas, pero no grandes nombres.

Hablamos de 1983, cuando llega a Teka: «Me gustaba competir en España, por el tipo de carreras, con bastante montaña, y por el público, la gente que nos iba a ver«.

En Teka, pasó toda la década de los 80, con ellos subió al podio de la Vuelta a España tres veces: dos segundos y una tercero. Solo le faltó ganar, pero «no tuve la suerte ni fuerzas necesarias frente a Lucho Herrera y Sean Kelly«.

A los 30 años, tuvo que dejar el ciclismo

«Mis recuerdos de esos años son muy buenos. Tuve la suerte de estar en un buen equipo y con muchos amigos. El Tour no se me dio bien, porque competir en dos grandes vueltas no era fácil, además corríamos muchas carreras desde febrero hasta octubre. No podía descansar lo suficiente para preparar el Tour como quería».

«Hoy, la gente compite en 60 carreras, a mí me tocaban unas 115 al año. Fue una época muy bonita, aunque no era todo tan perfecto en cuanto a organización, pero tenía un toque muy familiar» rememora, al igual que su caída en el el Túnel del Cotefablo, durante la Vuelta de 1989.

«Son recuerdos malos, no deberíamos haber pasado por ese túnel tan largo y poco iluminado. Hoy, el ciclismo es mucho más seguro gracias a esas experiencias. Además, yo no llevaba casco, lo que complicó mucho las cosas«.

Hoy Reimund Dietzen es bien recordado por la gente que seguía ciclismo en los 80 y por todos aquellos que han viajado con él a Cambrils, la suya fue una carrera de pionero, trayendo ciclismo a estas tierras mucho antes que lo hicieran otros.

 

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  • En Cambrils hay varios parques con mucha historia y encanto, cada uno con su propio estilo y ambiente.

    El primer parque de la ciudad se construyó como homenaje a los pescadores , y está justo al lado del puerto, frente a la playa. Es un lugar muy concurrido tanto por turistas como por vecinos, ya que su ubicación es perfecta. Ocupa unos 5.000 metros cuadrados y tiene un diseño curioso: su parte sur está inspirada en un jardín mediterráneo y la zona central tiene un aire más tropical.

    Dentro hay tres áreas de juegos para niños, un escenario en el que se celebran conciertos y fiestas, además de vestuarios y un bar. Lo más especial quizá sea su rincón más tranquilo: un estanque rodeado de eucaliptos, ideal para relajarse un ratón

    Otro espacio muy popular es el Parque del Pinaret , el más grande y también el más reciente de Cambrils, con unas 4,5 hectáreas. Está dividido en cuatro partes muy distinguidas. Por un lado, una plaza pavimentada con graderío y una gran pérgola fotovoltaica que da sombra ya la vez genera energía.

    También tiene un aula verde que reproduce un pequeño campo agrícola, pensada para aprender sobre plantas autóctonas. No falta una zona de bosque con mesas de picnic y caminos para pasear, perfecta para pasar el dia al aire libre. Y, como no, una área infantil con juegos y un espacio de educación vial para que los más pequeños aprendan mientras se diverten.

    A solo 4 km de Cambrils, en dirección a Montbrió, se encuentra el Parque Samà, un auténtico tesoro . Es un jardín histórico declarado Bien Cultural de Interés Nacional e incluido en las rutas europeas de jardines históricos. Fue creado por una familia que había vivido en Cuba y que quiso sacar a esta zona un pedacito del ambiente exótico de la isla.

    Por eso, al pasear por allí se nota un aire romántico y colonial. Su diseño combina caminos arbolados, espacios abiertos y elementos arquitectónicos destacados. En el centro destacan la casa y un gran lago, rodeados de una increíble variedad de plantas y árboles que convierten al parque en un lugar único para perderse y admirar la naturaleza.

  • Todos los sitios importantes de Cambrils están «a golpe de bicicleta»…

    Cambrils es un lugar para descubrir sobre dos ruedas . Con 23 kilómetros de carriles bici que recorren toda la ciudad y conectan la costa con el casco urbano, solo tienes que subirte a la bici y dejar que la brisa mediterránea te acompañe. Ya sea solo, en pareja o con los más pequeños, aquí moverse es fácil, seguro y divertido.

    Puedes empezar tu ruta pedaleando hacia el Parque Samà , un jardín histórico rodeado de olivos y almendros que parece sacado de un cuento. Entre grutas, pasarelas y un lago lleno de patos, tortugas y aves exóticas, cada rincón invita a detenerse y disfrutar. Para los más curiosos, hay un laberinto y un pequeño museo de vino y aceite, ideales para explorar sin prisas.

    De vuelta a la ciudad, el barrio antiguo te espera con sus calles estrechas, plazas acogedoras y comercios donde probar las delicias locales. Los balcones llenos de flores y los edificios singulares crean un ambiente pintoresco que merece una foto divertida en cada espalda.

    Siguiendo el carril bici hacia la costa, llegarás al puerto de Cambrils , donde puedes ver la llegada de los barcos de pesca, curiosear en la lonja y descubrir el pescado más fresco. Mientras pedaleas, los niños pueden jugar a descubrir la vida del Mediterráneo y todos disfrutar del atardecer con el mar de fondo.

    Si quieres un descanso, la ciudad cuenta con parques como el parque del Pinaret y el parque del Pescador , con zonas verdes, juegos infantiles y espacios para relajarse. Son perfectos para recargar energía antes de seguir explorando.

    Cambrils también tiene historia que descubrir: la Villa Romana de la Llosa y varios museos están al alcance de la bici, permitiéndote combinar deporte, cultura y diversión en un mismo día.

    Moverse en bicicleta por Cambrils es la forma más divertida de vivir la ciudad. Aparca el coche, sube a ti bici y deja que cada pedalada te levante a descubrir nuevos racones, degustar sabores locales y pasar momentos inolvidables en familia o con amigos. Y si no tienes bici propia, no te preocupes: hay varios puntos de alquiler por toda la ciudad.

    Aquí, pedalear no es sólo transporte: es la manera más saludable y divertida de enamorarse de Cambrils, disfrutando de sus parques, calles, historia y, sobre todo, del aire mediterráneo.

  • Sylvain reside en Québec, Canadá, pero siempre pensaba en esos días en los que podría coger su bici y rodar por Cambrils. Para él, el ciclismo no era solo un deporte para mantenerse en forma, sino una forma de cuidar su salud durante la jubilación.

    Se consideraba un ciclista medio y calculaba que hacía unos 7.000 kilómetros al año. “Salía en bici por puro placer”, decía, y lo que más le motivaba era enfrentarse a las montañas que rodeaban Cambrils. Había conocido Cambrils unos años después de haber pedalear por la Serra de Tramuntana en Mallorca, donde había pasado seis años explorando la isla. Necesitaba un cambio y, aunque sus amigos en Quebec le hablaban de Denia y Cambrils, cuando probó Cambrils hace cuatro años, no paró de repetir.

    Por otro lado, estaba Joris, un belga que venía de un lugar donde el ciclismo era mucho más que un deporte, casi una religión. Se definía como “algo competitivo pero con buen rollo” y aseguraba que toda buena salida en bici terminaba con una cerveza entre amigos.

    Joris descubrió Cambrils hace más de diez años. Desde su primera visita, se enganchó al ciclismo y a explorar la zona. “No era de esos que se quedan todo el día en la playa —contaba—. Mi primera ruta fue por la Serra de Llaberia y me enamoré al instante. Tanto que acabó comprando una casa de vacaciones allí y visitaba varias veces al año, organizando quedadas con amigos ciclistas para rodar juntos.”

    Cuando les preguntaban por qué elegir Cambrils para salir en bici, Sylvain respondía que la Costa Daurada, y en especial Cambrils y alrededores, ofrecían rutas para todos los niveles, con carreteras seguras y conductores respetuosos con los ciclistas.

    Joris añadía que el clima también era un punto fuerte: aunque algunos días amanecían con viento, eso no era problema. Podías hacer rutas fáciles por el llano o buscar subidas más duras en el interior, y siempre te cruzabas con otros ciclistas, lo que hacía que nunca te sintieras solo.

    Sylvain recordaba que pedalear entre viñas, almendros y naranjos te conectaba con la naturaleza. Y tras la ruta, nada mejor que un buen vino y una comida deliciosa. “Salir por el pueblo, probar tapas, conocer gente y entrar en sus tiendas llenas de historia era algo que disfrutaba mucho cada año.”

    Sobre las épocas del año, afirmaba que primavera y otoño eran perfectas para pedalear. “Los primeros seis kilómetros para salir de Cambrils pueden ser un poco duros, pero después vienen las subidas que engancharon de verdad.”

    En cuanto a rutas, Sylvain tenía varias favoritas con salida y llegada en Cambrils, siempre con alternativas según la forma física del momento:

    • Coldejou, Marca, Falset, Porrera y vuelta por Teixeta (77 km y 1226 metros)

    • Llaberia ida y vuelta por Camí de Pratdip (85 km y 1378 metros) o con opción a Hospitalet (82 km y 1211 metros)

    • Escornalbou: Vinyols, Ruidoms, Montbrió, Villanova, Castillo Escornalbou, Argentera y vuelta por Montbrió (60 km y 800 metros)

    • Vinyols, Ruidoms, Les Borges, Maspujols, Alexia’s, Villaplana, Mussara y vuelta por Alforja (77 km y 1256 metros)

    • Subida a la Teixeta y paso a Porrera, con vuelta por Falset y Colldejou

    • Vinyols, Ruidoms, Alforja, Portugal, Selva y vuelta por Reus (62 km y 830 metros)

    • Montroig, Coldejou, Marca, El Masroig, El Molar, El Lloar, Grataloops, Torroja del Priorat, Porrera y vuelta por Teixeta (105 km y 1900 metros)

    • Pratdip, C44, Tivissa, Serra d’Almos, Darmos, El Masroig, Marca y vuelta por Colldejou (102 km y 1614 metros)

    • Vinyols, Ruidoms, N420 hasta rotonda hacia Alexia’r, Villaplana, Selva, L’Albiol, atravesando la Mussara y vuelta a Alforja (94 km y 1428 metros)

    Sylvain solo tenía buenas palabras para Cambrils: por sus rutas, la seguridad en las carreteras, la poca circulación y la amabilidad de la gente, que siempre estaba dispuesta a echar una mano si tenías algún problema.

    Joris cerraba con un toque de misterio: “Se lo recomendaría a otros ciclistas, pero me gustaría guardar esta joya para mí, que no se llene de gente…”